Cervezas La Salve

«La idea de recuperar LA SALVE me gustó desde que la vi, pensé ‘¡qué atrevidos, en este momento de marcas potentes y de multinacionales!»

«La idea de recuperar LA SALVE me gustó desde que la vi, pensé ‘¡qué atrevidos, en este momento de marcas potentes y de multinacionales!»

Ramón Barea, premio nacional de teatro y promotor del espacio escénico Pabellón 6, establecimiento amigo de LA SALVE

Ramón Barea, en Pabellón 6.

Ramón Barea, en Pabellón 6.

Ramón Barea es actor, autor, director… pero se define como un «espectador compulsivo», que ya desde adolescente se gastaba su escaso sueldo de oficinista en acudir a todas la obras que podía en los entonces numerosos teatros de Bilbao, incluso en viajar a Madrid para ello. «Me atraía como espectador y nunca pensé que me dedicaría a esto», nos confiesa. Por suerte para nosotros, Barea finalmente se dedicó también al teatro, y hoy, entre otras cosas, es promotor, junto con más socios, de un espacio único en Bilbao que además es un establecimiento amigo de LA SALVE: Pabellón 6.

Pabellón 6 es un establecimiento amigo de LA SALVE. ¿Tienes recuerdos de esta cerveza de su etapa anterior, antes de 1978?

En aquella época las cervezas que se consumían eran las de aquí. Bueno, yo no bebo, pero sí he probado la LA SALVE y está vinculada a mi Bilbao de adolescencia e infancia. Esos recuerdos están asociados a las cervecerías, de Basurto, de La Salve, además yo viví un tiempo en Tívoli, cerca de la zona de la cervecería La Salve y forma parte de mi paisaje, de una época en la que nadie se le ocurría tomar una cerveza de fuera.

La idea de recuperar la marca me gustó desde que lo vi, pensé «qué atrevidos, en este momento de marcas potentes y de multinacionales, qué bonito poner en marcha un pequeño proyecto local. Hay que localizar a esta gente, tenemos que tener esta cerveza». Desde el principio quise tenerla aquí porque veía una identificación con Pabellón 6, con ese tipo de proyecto al que todo el mundo te dice «¡a dónde vais!». Y si no es desplazar, al menos de encontrar un hueco y buscar no consumidores, sino cómplices. Las cervecerías de esa época tenían ese punto colectivo, de lugar de encuentro al aire libre, de convivencia… Pero tengo que confesar que yo era de cerveza con gaseosa (risas).

«Antes de 1978 las cervezas que se bebían en Bilbao eran las de aquí»

¿Cómo cambia el hecho de ver una obra de teatro con una cerveza encima de la mesa?

Aquí, en el ambigú, vimos desde el principio que hay espectáculos donde el público puede estar bebiendo y que no hay ningún problema, al contrario, crea un ambiente más relajado y distendido. Hace la obra más relajada y más divertida. Además, nosotros nunca hemos tenido ningún problema con las bebidas, la gente es muy cuidadosa. También ofrecemos comida en los descansos y está siendo un éxito y la gente si se le sobra se lo lleva a la función, pero es muy respetuosa siempre con la obra. Ah, y empieza a haber socios ‘adictos’ a La Salve, que la piden siempre.

El espacio Pabellón 6 tiene un encanto especial…

Sí, está montado en su mayoría con cosas que hemos reciclado o que nos han cedido de otros teatros, por ejemplo, las cortinas con del antiguo teatro de Getxo y las tarimas nos las cedió el actor Adolfo Fernández. Al principio no sabíamos cómo iba a reaccionar la gente, pero en cada función veíamos que entraba gente que no conocíamos y nos daba mucha alegría, es muy bonito ver cómo se interesan por algo que tú has parido.

Igual 120 o 140 no parecen muchos espectadores, pero es gente que ha decidido venir hasta aquí, ver esto, volver otro día… es una alegría ver cómo se mantiene todo esto, los espectáculos que se hacen aquí no hacen menos de 30 funciones seguidas, que es algo muy difícil de conseguir incluso para producciones de gran preupuesto. Además, están empezando a venir los programadores y gestores culturales a ver qué hemos hecho, cuando en general no había quién los moviera. Precisamente, el Pabellón es un sitio para ver espectáculos, porque tienen curiosidad por el sitio.

«LA SALVE está vinculada a mi Bilbao de adolescencia e infancia»

Has creado el espacio Pabellón 6 que apenas cuenta con ayudas públicas.

Cuando iniciamos este proyecto muchos agoreros nos decían que Bilbao no daba para más y que no funcionaría, pero si les hubiéramos hecho caso, estaríamos igual, sin hacer ni cambiar nada. Aquí la administración pública no entró hasta el segundo o el tercer año, al principio ni intentamos pedir ayudas públicas, simplemente quisimos intentarlo y lanzarnos a la piscina.

¿En qué se diferencia Pabellón 6?

Pabellón 6 es un espacio de entrenamiento, de juego, un lugar donde mantenernos en forma como actores, directores, etc. En este espacio decidimos todo nosotros: el tiempo que estamos, el tipo de espectáculo, autogestionada, cooperativista… no dependemos de que nos contraten, de ser solo material de trabajo para otros. Y eso nos lo da algo tan tangible como un espacio vacío que nosotros llenamos de contenido. Nos permite mostrar producciones que de otra manera no se verían.

«Hay que localizar a la gente que ha puesto en marcha LA SALVE, tenemos que ofrecer esta cerveza en Pabellón 6»

Habéis involucrado a muchos amantes del teatro.

Sí, también nos diferencia de otras salas que aquí estamos muchos, somos 200 socios fundadores que compraron 200 imaginarias butacas que no existían al principio (el espacio estaba vacío) y además contamos con otras modalidades de socios, y cada entrada a un espectáculo la entendemos no como una venta, sino como una aportación de un socio ocasional.

Además, también colaboramos con la escuela de formación profesional Tartanga, en Erandio, acogiendo a alumnos en prácticas profesionales relacionadas con las artes escénicas como regiduría. En los teatros convencionales estos alumnos no tenían cabida, por problemas de plantilla o de reglamento u otros.

El escenario de Pabellón 6

El escenario de Pabellón 6

¿Os habéis llevado sorpresas con alguna obra que hayáis programado? Por ejemplo, alguna obra que haya surgido como experimento y que luego haya sido un éxito de público.  

Sí, fue el caso de nuestra versión de Fausto, donde había un DJ rapero, y claro, no sabíamos si iba a funcionar la mezcla de un personaje clásico con algo tan moderno, pero al final, sin esperarlo, ha atraído a un cierto sector de jóvenes, y es un espectáculo que está teniendo mucho recorrido. Incluso estará en la próxima Korrika y tendrá versión en euskera. Estamos muy contentos porque no fue algo planificado con estrategias de márketing ni nada de eso, sino que fue surgiendo de manera natural.

«Empieza a haber socios de Pabellón 6 ‘adictos’ a LA SALVE, la piden siempre»

¿Notáis si vuestro proyecto ha influido en el resto de la ciudad? Por ejemplo, si hay obras que antes quizás no se hubieran atrevido a estrenar en Bilbao y ahora sí…

Creamos Pabellón 6 desde el entusiasmo y el amor a la profesión, sin saber qué pasaría. Y estamos demostrando que es posible gestionar proyectos de una manera diferente y eso poco a poco provoca cambios. Por ejemplo, vemos que algunos bares ya comienzan a dar espectáculos, o que aparecen pequeñas salas en un barrio que se montan en Barakaldo, Getxo… O lanzas una cosa de teatro breve con obras escritas aquí y ves que están circulando por otros lugares. Y todo va saliendo de manera natural, es como plantar una semilla no sabes de qué y ver cómo se va transformando en algo nuevo, y alguien lo recoge y vuelve a plantar semillas en otro lado y se va ampliando el círculo.

Pabellón 6 también es para promover ideas y ver que estas ideas están funcionando anima a otros a quitarse esos miedos iniciales para empezar una aventura y para ser más valientes. Y sí, creo que Pabellón 6 ha ayudado a modificar el panorama de artes escénicas en Bilbao. No solos, claro, sino con más gente, con más vínculos que se han ido creando.

Una curiosidad personal: ¿es verdad que el público de Bilbao es especial? Porque eso lo dicen todas las compañías que vienen y no sé si es específico de Bilbao o si lo dicen en todas las ciudades.

Hay algo de trampa y algo de verdad. Todo el público de todos los sitios es interesante. Pero es cierto que en Bilbao llegó a haber hasta 26 salas de teatro y eso quiere decir que hay un público potencial para ver teatro y una especial sensibilidad hacia esta cultura.

Bilbao es una ciudad efervescente y en el caso de artes escénicas tienen cabida muchas más cosas. La media de espectadores todo el año es muy contundente, aunque podría tener todavía más vida si se dejara más hueco a la iniciativa privada.